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La lengua de los geckos

Diez de mis cuentos extraños, reunidos en un libro de la editorial Muerde Muertos-
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El repuesto

Cuando se presentó dijo su nombre como si acabara de inventarlo. A Cora, que alquilaba la casa por primera vez, eso la inquietó un poco. En el pueblo nunca pasaba nada, pero ella seguía los noticieros de Buenos Aires, y en cada tipo raro sospechaba a un posible prófugo de la justicia. Pero los documentos de López estaban en regla, ofrecía pagar seis meses por adelantado y parecía inofensivo. De lejos, por su forma de andar y su flacura, recordaba a un chico de doce años. De cerca los ojos casi incoloros, la piel rugosa y la expresión cansada sugerían muchos años, no exactamente bien vividos. Las manos angostas, pálidas y de dedos largos, hacían pensar en un palmípedo albino. Cora tardó poco en notar que Pérez hablaba de una forma extraña. Como si le costara recordar el idioma o tuviera dificultades para vocalizar, miraba al aire después de cada pregunta (salvo excepciones, hablaba solo cuando le preguntaban algo); después inspiraba con fuerza y respondía lentamente, sila

La entrevista que me hizo María Laura Paredes

https://cuatrobastardos.com/2019/02/24/4b-intimo-entrevista-al-escritor-fabian-garcia/

La hermanita

Elba y Carmela, mis tías, iban a ser trillizas. Pero durante el embarazo  uno de los  fetos  absorbió a otro, y solo  dos de ellos se desarrollaron.  El tercero quedó oculto en el cuerpo de Elba,  enquistado   contra las costillas. Alguien  me refirió la historia siendo yo muy chico. Como no podía entender la fusión  de embriones,  di por sentado que Elba, ya entera dentro de mi abuela,  se había tragado a lo que tenía al lado porque tenía hambre, o porque  le quitaba espacio.  Me fascinó  tener una tía caníbal: de chico hice varios dibujos inspirados en eso. En uno de ellos, que recuerdo haber llevado al colegio,   Elba abría una boca inmensa, un abismo negro bordeado de púas, para tragar a ,una nena de incongruente vestido,  mientras  Carmela  impedía que huyera agarrándola  desde atrás. Recuerdo que los tres parecían lagartos engordados, y que la historia me hizo  popular entre mis compañeros, porque les dije que en mi familia todos teníamos a otra persona adentro. La prime

Porque este es mi cuerpo

Cuando por las noches Lidia se acercaba a la plaza, los gatos parecían brotar de la tierra. Desde la oscuridad surgían  de a docenas resplandores verdosos, lomos arqueados y colas tiesas, que se agrupaban en torno a la mujer con maullidos unánimes, entrecortados. Ella alzaba los brazos, como los santos de las estampitas, y empezaba a repartirles la comida. Algunos de los gatos, por exceso de hambre o de confianza, trepaban por sus piernas, con la intención  de llegar a la bolsa que sostenía contra el pecho. Ella se limitaba a sacudir la barriga, como si hiciera girar un inmenso ula-ula, y algunos de los escaladores, obedientes, recorrían el camino de vuelta; pero otros continuaban prendidos de su ropa, para atrapar desde ahí lo mejor de la cena. Aunque hablara a los gatos mientras vaciaba las bolsas era imposible oírla, porque al ver los trozos de carne caer como lluvia, los animales elevaban el tono para gruñirse entre ellos. La escena confundía a quienes no eran del b